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En la mayoría de los países en desarrollo, una cuestión fundamental de política es cómo utilizar de la mejor forma posible para el desarrollo económico los recursos de que se dispone: personal calificado, capital y recursos naturales. Aunque todo ello varia con la tradición y la competencia local, un recurso importante que poseen la mayoría de los países en desarrollo es la iniciativa y la capacidad de trabajo de sus pequeños agricultores y comerciantes. Con el incentivo directo de un beneficio personal, pueden aportar su flexibilidad y capacidad empresarial, que raramente se encuentra en el sector público. La ventaja estratégica del empresario privado en el mercadeo es que busca oportunidades para obtener ingresos prestando un servicio al agricultor o al consumidor. El razonamiento en que se basa la movilización de estas iniciativas independientes es que, si se le da una oportunidad, probablemente acelerará el ritmo del desarrollo. Pueden corregirse los excesos, pero si las iniciativas e ideas nuevas se sofocan desde el comienzo obligando a que pasen a través de decisiones de comités y partido, el ritmo indudablemente será más lento.
Por lo tanto, un país que suprima las iniciativas creadoras de sus millones de empresarios en potencia o que las reduzca a zonas marginales, sacrificará un elemento importante del desarrollo económico.
En algunos paises, la desconfianza en el sector privado refleja una reacción social contra grupos foráneos que dominan determinadas áreas del comercio. En algunos paises persisten todavía situaciones de este tipo. Pero es contradictorio que gobiernos fundados en un deseo nacional de independencia traten a sus empresarios indígenas con la misma sospecha.
El comerciante, aun cuando sea indígena, lamentablemente ha sido siempre la víctima propiciatoria para explicar las escaseces u otros males económicos que afligen directamente a la población. En las páginas de cualquier periódico puede verse cómo los gobiernos culpan del mal funcionamiento de sus políticas a los empresarios privados, quienes en realidad tratan de compensar la insuficiencia oficial en materia de planificación y previsión. Si quiere aprovecharse el talento empresarial en beneficio del desarrollo nacional, es esencial que se modifiquen semejantes actitudes. Los administradores indígenas de empresas de mercadeo agrícola prósperas merecen la admiración pública y deben servir de ejemplo para los demás, sin acusarlos de situaciones que desde luego serían peores de no existir ellos.
La tentación que a veces sienten los jefes de empresas que intervienen en el mismo mercado de actuar para mantener bajos los precios de los productos o artificialmente altos los precios de los suministros produce su propio remedio, que será la entrada de nuevas empresas. Por eso, debe darse a conocer la oportunidad de una concurrencia provechosa y accesible para empresas de otras partes. Esto exige comunicaciones rápidas y efectivas, por correo, teléfono, ferrocarril o carretera. Si la información, la gente, los productos y los suministros pueden viajar rápida y económicamente a todo lo largo y ancho del país, desaparecerán rápidamente los casos de extorsión. Y no será porque los inspectores, policías u otros funcionarios del gobierno puedan descubrir más fácilmente lo que está sucediendo, sino porque los empresarios individuales identificarán situaciones en que a los agricultores se les paga poco o se les cobra demasiado, e intervendrán con precios marginalmente más interesantes. De ahí que toda política gubernamental que aspire a un sistema privado eficaz de mercadeo tratará de estimular el desarrollo de empresas competitivas, y, cuando un canal concreto muestre tendencias al monopolio, facilitará la introducción de ayudar a las nuevas empresas.
Las líneas posibles de ayuda a los comerciantes en pequeña escala especialmente mujeres, son las siguientes:
- capacitación en contabilidad simple, métodos de venta, etc.;
- demostración de mejores métodos y materiales de manipulación y envasado;
- asistencia para organizar servicios efectivos de transporte, almacenamiento y otros;
Pequeñas empresas en el Caribe. finales de los años setenta era un hecho reconocido que una excesiva proporción de la ayuda para el desarrollo había sido destinada al sector público y que los comerciantes privados habían sido descuidados. La estructura del mercadeo agrícola comprendía entonces tres líneas generales de actuación: asociaciones de productores creadas para exportar cultivos específicos, juntas o compañía de mercadeo establecidas por los gobiernos para manipular los cultivos destinados a los mercados locales o como nuevas lineas de exportación, y empresas individuales o familiares conocidas localmente con el nombre de regateadoras o buhoneros.
Las asociaciones de productores se basaban en la agricultura de plantaciones y se orientaban a las ventas en los mercados metropolitanos. Su actividad casi siempre estaba determinada por mercados de ultramar protegidos, con escaso volumen de operaciones y una demanda reconocida. Las juntas y asociaciones de mercadeo tropezaban con problemas mucho más difíciles. Surgieron en los años 1950 y 1960, a menudo con el objetivo doble, aunque contrastante, de proporcionar una salida garantizada a los excedentes de los pequeños agricultores asegurando al propio tiempo al consumidor nacional suministros constantes a precios razonables. Para ayudar a cubrir los déficit de sus operaciones al por mayor, a algunas se les asignaron monopolios de importación de alimentos básicos como el arroz; otras abrieron puestos de ventas al por menor. Raras veces consiguieron sus objetivos, económicos o sociales, y la mayoría fueron una carga financiera para sus respectivos gobiernos. Tampoco lograron entusiasmar a los productores para conseguir algo parecido a una autosuficiencia. En 1979, los países del Caribe, con una población de 5 millones de habitantes, aumentaron su importación anual de alimentos en forma vertiginosa llegando a más de 400 millones de dólares, es decir, 80 dólares per cápita-uno de los más altos del mundo. Los precios de los alimentos importados se habían duplicado desde 1974.
En los países del este del Caribe, el 80 por ciento del mercadeo de productos agrícolas, fuera de los principales cultivos de exportación, está a cargo de pequeños comerciantes privados, en su mayoría mujeres. Estas empresas varían en su escala de operaciones, desde mujeres de pequeños agricultores que compran a los agricultores vecinos y llevan en autobús un lote combinado de productos hasta el mercado público más cercano, hasta un hombre que abastece a un mercado de inmigrantes en Londres remitiendo los productos a familiares que han establecido allí puestos de venta especializados. Estas empresas se calculan en el orden de 200 en Barbados, 200 en Granada, 350 en Santa Lucía, según el número de agricultores a quienes prestan servicios.
El establecimiento y cometido de una empresa de este tipo queda ilustrado en el siguiente relato de Dominica. Esta isla tiene una economía en buena parte agrícola, con el turismo como única fuente de crecimiento.
Mary Jane terminó la escuela en 1977 y buscó sin éxito un trabajo: no había oportunidades de empleo. Pensó dedicarse a la agricultura, pero descubrió que los alimentos sobraban. Durante la mayor parte del año se disponía de frutas, hortalizas y flores, por lo cual pensó que existiria un mercado en otras islas. Esto la llevó a estudiar las oportunidades de colocar ese excedente trabajando como comerciante. Tenía que decidir qué cantidades llevar consigo y cuánto dinero necesitaría para pagar el producto y los costos de transporte y de otro tipo; estimó que le hartan falta 250 dólares; invirtió 125 dólares y pidió prestado el resto al fondo rotatorio de la Dirección de Desarrollo Juvenil del Ministerio de Educación y Sanidad. Para que los productos fueran de la máxima calidad, inspeccionaba personalmente todo el proceso de recolección, envasado, almacenamiento y preparación para el embarque. En septiembre de 1978, voló a Guadalupe en su primer viaje. Este primer paso fue un éxito; de la venta obtuvo 650 dólares, con lo que su beneficio fue de 400 dólares; los productos le hablan costado 150 dólares; su billete y el transporte 40 dólares y el resto lo había gastado en alojamiento en Guadalupe. Realizó otros dos viajes y vio la oportunidad de comprar artículos en Guadalupe que hacían falta en Dominica, con lo que pudo ganar dinero en las dos islas. Llegado el momento, empleó una persona por horas en Dominica para buscar clientes para las mercancías de Guadalupe y también para inspeccionar la recolección mientras ella se hallaba comerciando. Después del tercer viaje ya había devuelto el préstamo original de 125 dólares, repuesto la cantidad que habla utilizado de su propio bolsillo y le quedaban 1 400 dólares como capital de explotación para sus ulteriores desplazamientos.
El balance para 1979 de Mary Jane puede resumirse así:
dólares |
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Ventas de exportación | 7 000 | |
Ventas en Dominica | 2 500 | |
Total de ventas | 9 500 | |
Compra de productos | 2 000 | |
Gastos de embalaje y comisiones | 400 | |
Compra de mercancías en Guadalupe | 1 625 | |
Envio y gastos conexos | 150 | |
Comida y alojamiento en Guadalupe | 750 | |
Salarios y gastos generales conexos | 900 | |
Billetes aéreos | 300 | |
Total de gustos | 6 125 | |
Beneficio neto | 3 375 |
Mary Jane disponía de 3 750 dólares en efectivo y de otros 200 dólares en mercancía, que había comprado en Guadalupe y que no había entregado todavía a sus clientes en Dominica.
Mary Jane prosiguió sus actividades con éxito hasta el huracán de agosto de 1979 que arrasó toda la producción de la isla y puso fin a su empresa comercial. Pero para entonces ya habla establecido varios contactos en Guadalupe y pudo conseguir empleo en un puesto clave de un negocio al que anteriormente había efectuado ventas. Se convirtió en copropietaria de la empresa y esperaba poder reanudar su intercambio con Dominica cuando las circunstancias fuesen propicias.
Además de ganarse su sustento, Mary Jane creó un puesto completo, además del suyo, y proporcionó empleo parcial a otras tres personas. Abrió un mercado a un gran número de agricultores, contribuyó a los ingresos de exportación de su país, y ayudó a muchas personas a obtener artículos que no hubieran podido conseguir por si mismas.
Nigeria. A lo largo de la zona costera húmeda del Africa central y occidental, la mayor parte del mercadeo de productos alimentarios del país corre a cargo de empresas locales autónomas, que en un 60-90 por ciento son administradas por mujeres. La empresa transnacional Corn Products Ltd puso en marcha una gran empresa para molturar y comerciar los cereales del país, pero se retiró del negocio por falta de rentabilidad. Ya entrada la década de los años ochenta, la ciudad de (badán, que contaba con una población de varios millones de habitantes, seguía siendo abastecida por comerciantes indígenas, en su mayor parte de pequeña escala.
Los comerciantes de arroz de (badán fueron entrevistados en 1967 con motivo de una encuesta realizada por el Departamento de Economía Agrícola de la Universidad. Por aquel entonces gran parte del arroz procedía de Oturkpo, distante unos 600 km; la estructura del mercadeo se componía de mayoristas, que compraban directamente o a través de agentes en mercados de la zona productora, de comisionistas que cobraban 0,50 dólares por saco, de mayoristas secundarios que compraban el arroz en los mercados de Ibadán, y de minoristas. La mayor parte de estos eran mujeres porque, según los hombres, se trataba de un trabajo que exigía gran paciencia con escaso rendimiento. Los mayoristas eran hombres porque para ello hacia falta más capital, que obtenían casi siempre de ahorros personales y de los familiares; sólo un 7,5 por ciento estaba constituido por préstamos. La mayor parte de los comerciantes de (badán eran analfabetos: la información de mercados se obtenía por transmisión oral. La formación se recibía de los padres, los familiares y de otros comerciantes. Los costos principales de mercadeo eran el transporte y el margen del mayorista, incluido el interés por el capital, cada uno de esos conceptos suponía un 10 por ciento del precio del mayorista. La competencia se consideraba intensa, el 26 por ciento de los comerciantes entrevistador estaban buscando otros empleos. En su mayoría cambiaban proveedores de vez en cuando por razones de precio, calidad o porque hablan recibido menores cantidades de las acordadas. La entrada y la salida eran totalmente libres. El 80 por ciento de los comerciantes no eran nativos de Ibadán.
Las mejoras para el mercadeo de alimentos en Nigeria que se recomendaban entonces eran las siguientes:
Quince años más tarde, se entrevistó al administrador de una pequeña empresa integrada de producción, elaboración y mercadeo de arroz cerca de la ciudad de Benín. Debido al incremento de la demanda de arroz, habla dejado su trabajo en la ciudad para hacerse cargo de una explotación de 2 hectáreas en lllushi a las orillas del río Níger. Además, se encargaba de la molturación y sancochado del arroz cultivado por otros agricultores, con equipo adquirido a plazos.
Este empresario tenía un negocio rentable que daba empleo a varias personas. Proporcionaba salida al arroz cáscara de varios agricultores. Junto con otros hombres de negocio, contribuyó al desarrollo de la industria arrocera en Illushi y ahora elaboran el arroz proveniente de varias otras comarcas, y el arroz « lllushi » ha llegado a ser conocido por su calidad.
Su cuenta de explotación más reciente era la siguiente:
dólares |
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Ingresos | ||
Venta directa de arroz | 13 760 | |
Sancochado, molturación y otros servicios | 17 600 | |
Total de ingresos | 31 360 | |
Gactos | ||
Costo del arroz (alquiler, arriendo de maquinaria, mano de obra, fertilizantes, etc.) | 4 834 | |
Compra directa de arroz a otros agricultores | 8 282 | |
Costo total del arroz | 13 116 | |
Costos de elaboración (alquiler, salarios,combustible, amortización, reparaciones, etc. ) | 13 277 | |
Total de gustos | 26 393 | |
Superávit neto | 4 967 |
A su juicio se habían registrado escasas mejoras en la infraestructura de mercadeo. Sin embargo, el Gobierno había creado una junta de cereales alimentarios para estabilizar los precios.
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